El segundo paso es la aplicación de un tónico, que no solo hidrata y refresca el rostro, sino que, además, reduce los poros, restaura el equilibrio del pH cutáneo y agrega una capa de protección frente a las impurezas y los contaminantes ambientales. Después es el turno de la crema hidratante o antiedad, que se usa sobre rostro y cuello para prevenir la resequedad, proteger la piel del envejecimiento prematuro y ayudar a que luzca más fresca, saludable y luminosa. Y, por último, tanto en invierno como en verano, la rutina termina con la aplicación del protector solar, que funciona como un escudo contra los dañinos rayos UV y reduce la posibilidad de la aparición de manchas y quemaduras solares.