Al afeitarse, las cuchillas cortan el vello de la superficie de la piel, pero no lo retiran completamente. Cuando la hebra de pelo vuelve a crecer, entramos en contacto con el extremo cortado por la rasuradora, y aunque no es más grueso, puede sentirse distinto.
A la vez, con el tiempo el vello se afina hacia el extremo como consecuencia del desgaste natural del mismo, por esta razón, cuando las cuchillas cortan la puntas se genera la impresión de que hay mayor grosor.